En el barrio Fátima, la familia Benítez preserva una costumbre navideña que atraviesa generaciones y se convirtió en símbolo de fe y unión.


En el corazón del barrio Fátima de la ciudad de Encarnación, una tradición familiar continúa emocionando a vecinos y visitantes cada Navidad. Desde hace 51 años, la señora Alejandra Benítez, junto a su familia, mantiene vivo su tradicional pesebre navideño, una obra que refleja dedicación, fe y profundo amor por las costumbres heredadas.


Cada año, con la llegada del mes de diciembre, la familia se reúne para preparar el pesebre, cuidando cada detalle y renovando los elementos que lo componen. La escena, cargada de creatividad y simbolismo, representa no solo el nacimiento del Niño Jesús, sino también la unión familiar y el valor de compartir momentos significativos.


El pesebre se destaca por su tamaño y por la minuciosidad de sus figuras, paisajes y adornos, todos dispuestos con esmero. A lo largo de más de cinco décadas, esta tradición se fue transmitiendo de generación en generación, convirtiéndose en un punto de encuentro y en una manifestación viva de la identidad cultural del barrio.


Vecinos y visitantes suelen acercarse para apreciar el pesebre, que año tras año despierta admiración y emociones, especialmente en vísperas de la Nochebuena. Para muchos, se trata de una costumbre que invita a la reflexión, al recuerdo de las raíces familiares y al verdadero significado de la Navidad.


Para la familia Benítez, el pesebre es mucho más que una decoración. Representa memoria, esperanza y compromiso con una tradición que se mantiene firme a pesar del paso del tiempo. Con sencillez y convicción, demuestran que las costumbres más simples, cuando se realizan con el corazón, se transforman en verdaderos tesoros culturales que fortalecen la fe y la convivencia comunitaria.